Un texto femenino no puede ser menos que subversivo. (…) No hay un

lugar para ella si ella no es un él. Si es una ella, es para destruirlo todo,

para hacer añicos el armazón de las instituciones, para hacer volar la ley,

para desmenuzar la “verdad” con la risa”.

Hélène Cixous

En ocasiones me he planteado el por qué de una iniciativa como la que fundé hace ya algo más de un año: Mujeres Reseñando. Estaba asistiendo a un curso sobre marketing en las redes sociales y una de las tareas era crear un proyecto en red que estuviera relacionado con nuestra formación y nuestros intereses. Se me ocurrió, entonces, crear un espacio que ofreciera breves reseñas de literatura y filosofía escrita por mujeres e intentar paliar, de alguna manera, el silencio al que nos abocan las universidades, las editoriales, y todos aquellos espacios de producción del discurso literario que siguen promocionando en su mayor parte la literatura escrita por hombres y, en consecuencia, su visión del mundo.

Hoy en día son muchas las teorías que han incorporado conceptos del feminismo para explicar el sistema en el que vivimos. El concepto de patriarcado es un buen ejemplo y está ligado íntimamente a la literatura, el cine, la música, la publicidad, en definitiva a cualquier tipo de discurso. Que los libros que editamos, leemos, promocionamos, reseñamos, canonizamos, etc. sean libros escritos por hombres significa no solo que su palabra es considerada más válida que la nuestra, sino que el conocimiento les pertenece naturalmente a ellos y cualquier tentativa de escritura por nuestra parte será considerada, como mínimo, un atrevimiento. Y significa, también, que al ser la literatura un sistema modelizador de sujetos y con influencia en nuestras prácticas cotidianas, tanto los sujetos como las prácticas estarán reproduciendo y no desmontando el sistema patriarcal.

Laura Jaramillo "The Reactionary Poems"

Laura Jaramillo «The Reactionary Poems», 2008.

No voy a entrar en el acalorado debate acerca del desmantelamiento de las identidades sexo-genéricas porque lo que me interesa es subrayar que las mujeres, con todas las intersecciones que las atraviesan y las diferencian, comparten ese abocamiento al silencio literario y la invisibilización de sus formas de ver, sentir y pensar el mundo. Y ese silenciamiento, por mucho que hayan mejorado las cosas, sigue ocurriendo. La mayoría de las editoriales publican a bastantes más hombres que mujeres; las hay que incluso no han publicado jamás a ninguna mujer. Hay editores que, incluso habiendo publicado a magníficas poetas, se atreven a decir que por cada Elena Medel hay cinco poetas hombres iguales o mejores que ella. En las universidades, los catedráticos de literatura sostienen que si el canon es masculino es porque las obras escritas por hombres poseen más valor estético. Y se quedan tan tranquilos, obviando siglos y siglos de literatura escrita por mujeres en circunstancias realmente problemáticas.

Estas declaraciones no significan únicamente un profundo desconocimiento de la literatura[1], sino la permanencia de una “vara de medir” masculina a la que parece que hemos de claudicar para obtener un mínimo de representación en el espacio literario. No, señores: no se trata de exigir cuotas literarias, porque lo que estamos reivindicando es la narración de nuestra propia vida: la existencia y la experiencia que nos constituyen como mujeres y como personas en permanente lucha con un sistema que nos ha tapado siempre la boca. Y, entre esas luchas, está la literaria: la escritura y la crítica tienen que estar al servicio del desmantelamiento de cualquier jerarquía,  y eso implica, en el caso de la última, realizar lecturas desobedientes y visibilizar las literaturas marginales y alternativas que atentan directamente contra la hegemonía patriarcal.

Tenemos la oportunidad de crear y participar en espacios que nos permitan escribirnos y leernos sin caer en víctimismos ni reduccionismos; valorar la heterogeneidad y la diferencia; en definitiva, tomar la palabra. Es lo que seguiremos haciendo, con la esperanza de que sean cada vez más las y los que se nos sumen en un camino en el que tenemos mucho por descubrir. Porque la toma de la palabra sigue significando hoy la interpelación al poder y la posibilidad, siempre tan necesaria, de crear alianzas.

 

[1]Pongo como ejemplo la página web La tribu de Frida, cuya labor de rescate y promoción de autoras nos hace ver no solo la cantidad sino la calidad de su escritura.

 

Carmen Diez

Licenciada en Humanidades, Máster en Literatura comparada y Crítica cultural. Poeta y profesora de ELE en formación. He participado en medios web como Píkara, Rebelión o Cámara Cívica escribiendo artículos sobre crítica cultural, feminismos y otras cuestiones sociales. Fundadora, coordinadora y editora de Mujeres Reseñando. Asimismo, colaboro como reseñista en Universo la Maga.