De nuevo el poder de las palabras. Esta vez, de las definiciones que de éstas propone la Real Academia Española de la Lengua. La RAE se ha ganado a lo largo de los años la antipatía de algunos sectores sociales que, descontentos por las definiciones que la academia ratificaba, han demandado reformas en esta institución. En muchas ocasiones se han denunciado definiciones que la RAE proponía en su diccionario por resultar discriminatorias, insultantes, obsoletas, denigrantes. Si la palabra es poder, y la RAE es la autoridad sobre estas, la RAE es poderosa. Se posiciona como máximo legislador del lenguaje. Digamos que “Su palabra es la ley”. Y es que las mujeres, por ejemplo, tenemos dónde elegir en el repertorio de definiciones desafortunadas de la RAE:

ejemplos sexistas rae

Hace tan solo unos días se volvía a levantar el revuelo en torno al carácter machista de esta institución, con la entrada de la que es la décima mujer en ocupar un sillón en la historia de la academia, las sensibilidades vuelven a aflorar. La catalana Clara Janés, reconocida traductora y poetisa, se imponía hace unas semanas convirtiéndose en la nueva titular de la letra U. Con Clara Janés son 7 las mujeres que integran en la actualidad la RAE de un total de 46 asientos. Frente a ellas, 39 académicos hombres, un dato que llamaría del todo la atención si no fuera porque en comparación con los últimos 100 años, habrá quien lo califique de considerable mejora: sólo 10 mujeres han alcanzado este reconocimiento en toda la historia de la Real Academia Española de la Lengua, 7 de ellas lo ocupan ahora mismo.

Pero la última gran batalla contra la RAE viene de la mano del pueblo gitano. Desde hace meses la comunidad gitana de nuestro país, apoyada por un creciente número de colectivos y particulares, vienen exigiendo la retirada de una de las acepciones de la palabra Gitano de la última edición del diccionario, que los define como “Trapaceros” o lo que es lo mismo, según palabras de la propia RAE:

2. adj. Que con astucias, falsedades y mentiras procura engañar a alguien en un asunto. U. t. c. s.

La máxima institución de la lengua española, la cual digamos que legisla sobre nuestra lengua, define a las personas gitanas como Trapaceras. Para la comunidad gitana, y también para el resto de personas que han apoyado su causa, esto supone una estigmatización de su pueblo, un aliciente al racismo y al odio. Por otro lado, la RAE se defiende argumentando que su papel es sólo el de recoger  en el diccionario los usos ya aceptados dentro de la sociedad. Según la academia, su labor no es imponer un sentido sobre las palabras sino reflejar su utilización vigente. La pregunta es ¿Qué fue antes el huevo o la gallina? ¿La definición de la RAE o el uso de las y los hablantes?

Parece que la propia RAE, defensora y representante máxima de la importancia de la palabra, del poder que estas y su uso tienen, trata de quitarle importancia cuando se trata de casos que hieren sensibilidades, que suponen, para mucha gente, un ataque directo. ¿No deberían las gitanas y gitanos sentirse insultadas por esta definición de su pueblo?

Concentración frente a la sede de la RAE. Dani Gago/ Diso Press (Fuente Periódico Diagonal)

Concentración frente a la sede de la RAE. Dani Gago/ Diso Press (Fuente Periódico Diagonal)

¿Cuántas veces hemos tenido una discusión sobre el significado de una palabra o la existencia o no de la misma y hemos recurrido al diccionario de la RAE, como si de la constitución se tratara, para sentenciar el asunto? Si lo dice la RAE es verdad, es correcto. O eso es lo que se vive a pie de calle. La RAE niega este fenómeno y afirma lo contrario, que ellos (aplastante ellOs) no dicen qué está bien o mal, qué uso es o no correcto, qué significan o no las palabras.

La cuestión es que, al entrar a formar parte del diccionario, esa definición queda legitimada, se convierte en norma bajo el aval de una institución que es la máxima autoridad lingüística de nuestro idioma. Que la RAE acepte e integre esa acepción de “Gitano/a” como verdad, significa que están respaldándola como real. Significa por tanto que cuando alguien abra el diccionario y lea que los gitanos son trapaceros, asimile esa información como verdad y la incorpore a su imaginario. Ahora la siguiente cuestión: ¿Qué consecuencias tiene que en el imaginario colectivo esté que los y las gitanas sean trapaceras?

De acuerdo con los diferentes colectivos gitanos que se han movilizado, “Una definición discriminatoria genera discriminación” y por ello han llevado a cabo en los últimos meses multitud de iniciativas: concentraciones frente a la RAE, vídeos, campañas mediáticas, etc. Entre otras, la Asociación Gitanas Feministas por la Diversidad se han hecho eco de esta reivindicación poniendo en marcha una campaña de imágenes y vídeos que han tenido fuerte impacto en las redes.

Recopilación imágenes campañas Asociación Gitanas Feministas por la Diversidad

Recopilanción imágenes campañas Asociación Gitanas Feministas por la Diversidad

No le falta razón a la RAE cuando dice que la sociedad sigue viendo a la comunidad gitana como trapacera. ¿Quién no ha escuchado (o dicho) “pareces un gitano”, utilizado cuando alguien va desaliñado, o falto de higiene, o cuando alguien se queda con algo que no es suyo por error, etc.? Que gran parte de la sociedad se refiere al pueblo gitano en términos despectivos y concibe a las personas de etnia gitana como ladronas y mentirosas, es cierto. No cabe duda de que éste es un problema de dimensiones que van más allá de la RAE. Sin embargo, que una institución con reconocimiento internacional, respaldada por el gobierno y con autoridad sobre nuestra lengua refleje esto como una definición más, sin ni siquiera una mención a que se trata de un uso peyorativo, no ayuda a combatir estos prejuicios, sino todo lo contrario, los alienta. Esto no son «meras palabras», son palabras y detrás de ellas son ideología.

 

Victoria Cuadrado Guardado

Licenciada en Humanidades y Traducción e Interpretación. Feminista por convicción y necesidad. Apasionada de la cultura, los idiomas, viajar, comer y reír.  Durante los últimos 5 años he vivido en 4 países y he conocido diferentes realidades que me han proporcionado una perspectiva sobre la traducción y la cultura que ahora trato de plasmar en Aquelarre.